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17 de diciembre de 2012

Ser transparente - Episodio 3



 EPISODIO 3
Estaba convencido de que en ese estado, u otros semejantes, no podría controlarse. Agnan se preguntaba a continuación qué era exactamente lo que necesitaba controlar. Claro, el control tiene mala prensa en esta sociedad. ¿O específicamente en su país? Controlarse era eso que te venden en los cursos de espiritualidad y afines, encontrarse con sí mismo, con su ser auténtico, o simplemente no tener un pico de estrés, un ataque nervioso o psicotizar. Cosas que pueden suceder en un momento límite. ¿Por qué pensaba en todo eso si lo único que había sucedido era que se descompuso del estómago? Como mucho, le bajó la presión ligeramente, y en algún momento llegó a sentirse mareado. Eso es lo más peligroso. La presión baja podía constituir una experiencia cercana a la pérdida del control sobre el yo. Posiblemente exagerase. Pero estaba en un lugar que desconocía, lejos de su casa, allí dónde no sabría cómo comportarse, cómo actuar en casos de emergencia. ¿No había tenido ya una? No tanto. Y con todo, bastante afortunado fue de haber encontrado un guardia, haber conseguido ser atendido en ella, haber arrastrado a Etienne, qué cara de orto tenía por Dios. “Ahí me parece que está el tema. Que hay gente que te potencia todos tus miedos, gente severa y extremista que te hace sentir vulnerable con esa energía pesada que cargan. ¿Podía el cuadro estar agravado por la presencia de mi novia? No sé si la presunción sea exacta. Pero por ahí anda. Etienne cree que yo elijo descomponerme. Como si yo ahora la estuviera pasando bien y haciéndola pasar mal a ella. De lujo. Debe fantasear que le quiero boicotear el viaje o algo parecido. Fue como cuando en París me increpó con que yo era un mal enfermo y no sé qué. ¿Qué es ser un mal enfermo? Y de última, ¿eso la justifica para maltratarme? ¿a los malos enfermos hay que maltratarlos para que aprendan? ¿para que aprendan qué?”
 
Etienne se acostó sobre el lado de la cama que permanecía desocupado. Miró el rostro de Agnan desplomado, orientado hacia el techo, como esperando que éste le devolviera la mirada. Eso no sucedió. Entonces se volvió al techo ella también. Su novio había dejado de vomitar. Dijo sentirse mejor camino a la guardia, aunque unos minutos en que se encontraron perdidos consiguieron impacientarlo y cargarlo de angustia. “No lo hacía tan ansioso antes de partir. Esa necesidad de preguntar todo ochenta veces, para quedarse seguro de que las cosas son como él las espera, de adelantarse a sus propios deseos, siempre rebasándose. Me contagia de ansiedad, me pone intranquila. Y supongo que este no es el momento para plantearlo”.  Cuando Etienne advirtió un sonido de aire esperpéntico y perturbador que bien podría pasar por un ronquido, entendió que Agnan estaba comenzando a dormirse. Sería mejor dejar el hostel o pudrirse.

CONTINUARÁ EN EL PRÓXIMO POST

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