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12 de noviembre de 2013

El Otro atrás del Otro.

El texto "Cómo nos ven los shankis" de @linearotativa. http://revistapaco.com.ar/2013/11/11/como-nos-ven-los-shankis/

Entrega la tranquilidad de pensar al mundo como una oscura trama conspirativa en la que se pierde la dimensión verdadera de la subjetividad y, por lo tanto, también se desvanece el peso de la subjetividad. Probablemente el autor sea amante de las películas de espionaje. Pero lo cierto es que la caótica y conflictiva realidad social no puede reducirse a un relato de intrigas palaciegas y poderes imperiales. Cuando se huele en el aire un mito conspirativo me siento tentado de asumir la interpretación de Slavoj Zizek sobre la paranoia que consiste en postular la existencia de un Otro atrás del Otro. Es decir, atrás de la complejidad de la red simbólica cuyos efectos no controlamos ni podemos anticipar, se esconde una entidad siniestra que digita los hilos desde las penumbras (Estados Unidos, en este caso). La interpretación es conspirativa y, en ese sentido, está cargada de hipérbole y deformación de la realidad.

El autor del post ofrece una visión totalizadora, carente de fisuras: Estados Unidos tiene control sobre nuestras comunicaciones, todos los presidentes latinoamericanos están bajo la órbita norteamericana, Fidel Castro también lo está - es más, es un espía- o no hubiera podido mantenerse en el poder. El problema es que cada vez que un hecho desmiente esta visión totalizadora de la realidad se requiere de una nueva teoría ad hoc, igualmente conspirativa, que enmiende los orificios y fracturas de la teoría macro original. Un ejemplo, ante la evidencia de que Estados Unidos puede sufrir un ataque terrorista y por lo tanto no es omnipotente ni invulnerable  ni sus servicios de inteligencia infalibles, se requiere de una teoría tranquilizadora que sostenga la consistencia de Estados Unidos: en realidad se trató de un auto-atentado pensado siniestramente para impulsar los intereses expansionistas de la superpotencia imperial. Si los servicios de inteligencia de Estados Unidos se demoran una década en encontrar a Osama Bin Laden (por sus propias limitaciones o la dificultad que ofrece el enemigo), es porque en realidad Osama era un actor norteamericano,  un socio de la potencia, o nunca existió. Estos esfuerzos explicativos parecen estar dirigidos a mantener intacta en nuestra mente la integridad de Estados Unidos como agente omnipotente, es decir, apunta a la creencia en un Otro atrás del Otro que entrega consistencia a nuestra experiencia confusa y caótica de la realidad.

De allí la insistencia en remarcar el poderío militar de Estados Unidos. Que Norteamérica es una super potencia bélica, que no tiene competidores en ese terreno, es algo ya sabido y para lo que no es necesario aportar datos estadísticos. Pero esta insistencia da mucho que pensar. Por empezar, no alcanza con poder militar para ejercer una dominación. Muchas dictaduras en el continente y en el mundo se impusieron y perduraron por la vía militar. Pero una vez que se diluyó su capacidad de generar consenso autoritario, su apoyo en sectores civiles, el sostén en actores políticos y gremiales, por más que conservasen la fuerza bruta (y la hubiesen usado previamente sin limitaciones), las FFAA se vieron forzados a hacer un traspaso del poder a sectores civiles y comenzar su transición. Ningún poder se sostiene sólo por la fuerza o la amenaza de usarla. Aunque EEUU pueda ejercer su rol de "gendarme del mundo", esto sólo no garantiza su dominación. Y esto queda absolutamente soslayado en el texto de @linearotativa, pasando por encima de una larguísima tradición, desde Maquiavelo a Gramsci, que afirma el binomio fuerza y consenso, coherción y cohesión, para mantener un imperio, statu quo, hegemonía o como se la quiera llamar.

El segundo problema es que en una operación metonímica @linearotativa presenta la política internacional como si fuese una clave interpretativa única y monolítica que pudiese dar cuenta de todas las disputas que se establecen en el campo social. La fórmula soslaya las lógicas internas de cada disputa para anteponer en cada caso una variable exógena que somete a  los conflictos particulares a un esquema totalizador. Por ejemplo, la disputa sobre la regulación de los medios de comunicación, ¿puede simplificarse en "ahora la torta será entregada a compañías norteamericanas porque EEUU ejerce su rol de gendarme del mundo"?

¿Y qué hay de la microfísica del poder? ¿Del poder fragmentado, desterritorializado, de baja intensidad al que se refiere Zygmunt Bauman como característico de la modernidad líquida? ¿De qué manera pensar el poder si se asocia directamente con la capacidad de atacar militarmente a un país? ¿En qué quedan todas las formas de poder (poder que no es un atributo, sino una relación con distintos grados de negociación y sometimiento) que se establecen en una dinámica social: el poder de los médicos sobre los pacientes, de los locales sobre los inmigrantes, de los docentes sobre los estudiantes, de los ricos sobre los pobres, de los clientes sobre las prostitutas, de los automovililstas sobre los peatones, de los heterosexuales sobre las otras identidades sexuales y así sucesivamente en cada tema que se aborde, en cada campo que se estudie? Por supuesto, todos los malestares de la vida cotidiana, la angustia de estar atravesados por los invisibles hilos de micropoder, parecen casi insignificantes al lado de la enunciación altilocuente de que EEUU tiene el mismo presupuesto militar que los 13 países que le siguen. Pero es sólo una ilusión, efecto imaginario de la enunciación.