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13 de septiembre de 2011

¿Por qué nos emocionamos con los Pumas?




“Los Pumas emocionan porque son personas de alta extracción social que pudiendo entregarse al lujo prefieren fracturarse y revolcarse en el barro”. Este tweet fue el propulsor de una polémica que no desestimó comentarios ásperos y descargos de gente que, sin duda, se sintió tocada.

Es por ello que contestaré con mayor extensión la pregunta: ¿por qué nos emocionamos con los Pumas (nosotros=la sociedad)? Alguien podrá decir que esta premisa es engañosa, en cuanto que el fenómeno que destaco para el caso del rugby se presenta también en otros deportes. Que quede claro: la selección de fútbol nos apasiona; a los representantes argentinos en el basket los consideramos parte de una “generación dorada”, es decir, brillante, magnánima; el equipo de tenis nos parece heroico en sus hazañas. Pero el sentimiento de “plena y orgánica nacionalidad” que despierta en el público la entonación vibrante del himno por parte de los Pumas, no puede ser fácilmente rastreado en otros deportes. En este texto contestaré la pregunta con la que comencé, pensando al rugby exclusivamente en su significado social.

Prácticas deportivas y sistema social

El sociólogo Norbert Elias desarrolla el proceso de esterilización y formalización de los juegos que entregó como resultado el nacimiento de los deportes modernos. Paulatinamente las prácticas atléticas fueron diferenciándose, prestándose como un campo conveniente para la inserción de modelos sociales cuyo objetivo era controlar “las pasiones y las emociones” (Dunning, 1994). Bourdieu (1993) afirma que en el deporte se reproducen fielmente las asimetrías presentes en la sociedad más amplia. En las dinámicas internas de cada juego se construyen modelos morales de virtud que esconden modos de ser de las clases sociales dominantes que confieren prestigio a dichos juegos.

Juan José Sebreli, el sociólogo argentino, señala el lugar privilegiado que tiene la virilidad y el vigor físico en los deportes elegidos por las clases altas. Esto se asocia con un “culto de la corporalidad” de origen aristocrático. Como legado histórico, las clases altas rinden culto al cuerpo porque el linaje en el que se imaginan se transmite sanguineamente. De allí que este culto a la corporalidad se exprese acabadamente en el rugby cuyas habilidades requeridas dependen marcadamente del vigor físico. También para Bourdieu la exaltación de la virilidad aparece mejor representada en el rugby que en otros deportes. Y esto guarda relación con un patrón dominante de valorización de lo masculino por sobre lo femenino, y de lo material por sobre lo intelectual (Barbero González, 1993).

El rugby, deporte preferido de la elite social, ofrece una matriz que sirve para modelar el espíritu de las futuras dirigencias. “Se construye un nuevo ideal que desdeña la erudición, y exalta la virilidad, permitiendo adquirir la hombría y el coraje” (Barbero González, 1993).

El rugby en las clases altas.

El rugby rememora el combate en campo abierto, actividad a la que, en algún tiempo, se dedicaba exclusivamente la nobleza. La guerra era una atribución y un privilegio de quienes mandaban. Sólo aquellos tenían la capacidad física y la valentía de someterse a los más duros padecimientos por propósitos que excedían la ganancia individual.

Este deporte sostiene entonces modelos de moralidad cercanos a lo militar, y permite reunir en un mismo terreno, por un lado, la condición de caballero (basada en el sacrificio, la lealtad, el respeto, el orden, los buenos modales) y, por otro, la agresividad (asociada a los rasgos naturalmente violentos de la práctica). ¿No es llamativa la coincidencia entre este modelo y el paradigma de “exitoso hombre de negocios”, cordial y atento en sus formas, agresivo en su práctica comercial?

Por otra parte, el rugby cuenta con un prestigio social atribuido, reconocido por los mismos practicantes de este deporte, y que muchas veces no puede desligarse de la exclusividad. Clubes de barrios suntuosos operan una discriminación socio-económica que no se materializa en ninguna formalidad concreta. También persisten entre los miembros de varias instituciones prejuicios antisemitas (de origen nacionalista), que se remontan a la xenofobia del patriciado que antecedió a las clases altas de la actualidad.

En resumen: el rugby reproduce la asimetría presente en la sociedad general y construye un modelo de virtud moral cercano al honor marcial, basado al mismo tiempo en la caballerosidad y la agresividad. Son estos los puntos a partir de los cuales los sectores dominantes buscan construir “valores nacionales y patrióticos”. La imagen de los rugbiers entonando el himno con la intensidad que amerita una batalla nos emociona; y, al mismo tiempo, es la antesala del chauvisnismo y la xenofobia.

Pero, ¿y de dónde la emoción?

Mi hipótesis personal es que el contraste entre las características del juego (violento) y de quienes practican este deporte (caballeros, líderes), sostiene la fantasía utópica por la cual “las personas de status elevado descienden al barro”, es decir, bajan a la suciedad, al esfuerzo, al desamparo e incluso al dolor físico de los desposeídos y relegados. Estos elementos contenidos en el juego "realizan" en el plano de la fantasía social un ideal de igualación que transgrede el impenetrable ordenamiento jerárquico de la comunidad existente. Es esta realización de una fantasía imposible la que moviliza la emoción del público general.

Referencias bibliográficas
BARBERO GONZÁLEZ, J. (1993). "Introducción". En Brohm J.M. (1993): Materiales de sociología del deporte. La Piqueta. Madrid
BORDIEU, P. (1993). "Deporte y clase social" (primera publicación en 1978), en Brohm J.M.(1993): Ob. Cit.
DUNNING, E. (1994). “Reflexiones sociológicas sobre el deporte, la violencia y
la civilización”, en Brohm J.M.(1993): Ob. Cit.

10 de septiembre de 2011

Choque entre barrabravas existencialista y estructuralista: 3 heridos


En la madrugada del día 26 del corriente mes, se enfrentaron en la Plaza Houssey presuntos integrantes de la barrabrava existencialista y la hinchada estructuralista. Aparentemente se trataría de la continuación de la polémica que mantuvieron en el año 67 Jean-Paul Sartre y Louis Althusser, filósofos con los que simpatiza respectivamente cada hinchada. Las barrabravas estaban armadas con citas textuales de calibre mediano y, según revelan fuentes oficiales, discursos injuriosos de alta animosidad. Tras el enfrentamiento resultaron heridos dos hegelianos y un joven de formación lacaniana. No hubo detenidos aunque la policía debió intervenir para que los beligerantes volviesen a sus bibliotecas. Los vecinos informaron que los disturbios estallaron cuando los existencialistas comenzaron a entonar canciones ofensivas contra sus rivales teóricos. Reproducimos a continuación los cantos:

“Althusser, sos un cuadrado
fui a tu campo y lo encontré estructurado.
Red simbólica, interpelación,
¿Dónde mierda quedó la mediación?

Entre tanto simbolito,
Nada vivido yo encontré,
Mi sistema es hegeliano
El tuyo una cuadradez”

A lo que los Estructuralistas contestaron:

“Existencialista, no existís.
Existencialista, no existís”

Segundos después estalló la gresca.

5 de septiembre de 2011

Ética, Estética y Física en Harun Farocki.


Las películas de Harun Farocki son ensayos antropológicos en que los actores reunidos para la ocasión hacen hablar a la cultura mientras atienden sus quehaceres cotidianos. La pregunta que articula la exposición pareciera dirigirse sin rodeos al sentido de lo civilizatorio. Reduce la complejidad de la vida moderna en fragmentos simples, apuntando a una cuestión nodal: ¿cómo el ser humano produce el mundo que habita? Al ver las maniobras de Farocki para ensamblar los testimonios, uno tiene la sensación de que los sujetos están participando concientemente en la exploración antropológica propuesta; que son algo más que testigos aleatorios retratados mientras dicen todo lo que saben y continúan su rutina. El documental Los creadores de paraísos comerciales explora el significado de los shoppings para quienes están detrás de su emplazamiento. El autor se desentiende de las entrevistas entre investigador y objeto de estudio y apuesta a la construcción de una percepción desprovista tanto de artificialidad como de invasión y sesgo. En reuniones de trabajo inversionistas, arquitectos, urbanistas y diseñadores exponen a sus pares (los pares siempre son un buen señuelo) sus motivaciones y criterios para encarar proyectos arquitectónicos que involucran a grandes centros comerciales. El lenguaje disciplinario atraviesa la narración; no obstante, uno podría aventurarse y decir que, yendo más allá de lo estrictamente arquitectónico, la película empieza en la Ética, pasa por la Estética y termina en la Física. Farocki se comporta entonces como un artista del Renacimiento desafiando la compartimentación del conocimiento y poniendo a dialogar los diferentes intereses presentes en la actividad productiva humana.

Empieza como una Ética. Porque luego de abrir con la imagen de un ojo enmarcado en un dispositivo tecnológico (del que sólo comprenderemos su significado más adelante), ingresamos en una reunión de inversionistas en que la cháchara de la maximización de la rentabilidad y el beneficio económico es interrumpida por la súbita pregunta por el sentido del emprendimiento. “¿Qué queda al final?” pregunta uno de ellos mientras sostiene una copa de champagne y moviliza otros interrogantes en el grupo: ¿cuáles criterios son de fiar?, ¿qué se pone en juego en la valoración?, ¿y si la obra no es rentable económicamente pero aun así es exitosa por captar el espíritu de la década? (una suerte de Audacia de la Razón que siempre encuentra su lugar incluso combatiendo con una mezquina ambición de lucro), ¿es meritoria una obra que no se condice con dicho espíritu pero aun así está bien hecha? La Ética no aparece como una contradicción entre lo funcional y lo estético, lo rentable y lo sublime; antes bien la dificultad que encuentran los argumentos “maximizadores de beneficio” de resultar por sí solos satisfactorios señala la presencia de la Ética como pensamiento subterráneo, como el fondo sobre el que se inscribe cualquier debate posterior. La invitación a brindar que uno de los hombres dirige a sus colegas fracasa en el intercambio de ideas.

La Estética es el tópico de una conversación sobre la unidad a través de la apariencia. El avance natural y errático en la configuración de un shopping entrega como resultado la heterogeneidad de criterios estéticos: una construcción que aspira a transmitir el concepto Miami Beach en su integridad, pero que no consigue erradicar un Art Decó berreta en un punto central para la circulación del público, junto a una zona señalada como griega pero que afea el entorno con sus columnas de plástico simil mármol. A su vez se suman los tenderos que atendiendo sus propios criterios individuales hacen fracasar la erudición de los diseñadores en su búsqueda del concepto unificador superior. La discusión estética se vuelca también sobre la faz accesible de la identidad corporativa. A esta altura todo lo físico puede ser personificado; los atributos de la materia y el espacio (color, amplitud, luminosidad etc.) están en correspondencia directa con aptitudes espirituales. Lo espacial, aunque inerte y estático, dicen los especialistas, tiene que ser capaz de contar una historia. Una historia que atraiga al público (público que no cuenta historias sino que las recibe, con más inercia aun que la misma materia).

Finalmente, la Física (término que elegí para señalar este tercer eje conceptual) debería hacernos recordar los motivos que aducía Durkheim para postular que la Sociología, la disciplina que estaba fundando, era una Física Social. Discursos de urbanistas e investigadores piensan lo social desde la circulación; la sociedad como la abstracción de los flujos visibles que produce. Estos flujos sociales se comportan como vectores, con su propia intensidad, dirección, apoyados en ejes y, sobre todo, librados a la repetición para la construcción de patrones. Es sabido que los shoppings se insertan en el espacio urbano alterando la distribución y circulación de flujos. Pero, ¿cómo hacer que estos vectores se materialicen, de tal manera que podamos extraer de ellos información útil para operar comercialmente? La arquitectura y el marketing se unen en esta tarea. Una investigadora utiliza un dispositivo óptico (el mismo que se presentaba en el primer cuadro de la película) para estudiar los modelos que construye la mente para organizar los estímulos visuales (máxime frente al bombardeo de información del shopping). Así concluye que al ingresar a un hall existe un “eje natural” de relevancia, por el que tiende a avanzar la visión. Los estímulos fuera de ese eje tienen un menor impacto y efectividad. Las lecturas naturales y las forzadas también se comprueban frente a una góndola. Conocemos a través del documental que el público tiende a organizar la categoría de producto horizontalmente y la variedad verticalmente. Si se impone al intérprete (es decir, al consumidor) una lectura distinta, ésta fracasará. Las mencionadas fuerzas de la conducta parecieran imponerse a los individuos con la necesidad de las fuerzas gravitatorias. Harun Farocki despliega esta física colectiva con la intuición de un cientista social y la delicadeza de un artista de categoría.