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12 de julio de 2013

Desconfiar de las imágenes



Durante el mes de marzo el documentalista austriaco Harun Farocki visitó Buenos Aires para ofrecer un ciclo de charlas y seminarios. Este incluyó citas en la Fundación PROA (en donde se exhibieron cinco de sus más recientes instalaciones y se proyectó una retrospectiva de su obra cinematográfica), la Sala Lugones, la Universidad del Cine y el instituto Goethe. Entre las diversas actividades que formaron parte de la agenda, Farocki presentó Desconfiar de las imágenes, libro editado por Caja Negra que compila veinticuatro ensayos escritos por el realizador sobre cine, televisión y comunicación audiovisual. Los mismos fueron publicados originalmente entre 1980 y 2010 en diferentes medios: la revista Filmkritik, el diario Die Tageszeitung de Berlín, el semanario de actualidad Jungle World, la revista francesa Trafic y catálogos editados en ocasión de sus exposiciones en galerías y museos.

            Farocki es reconocido por acompañar su obra cinematográfica de comentarios críticos y por reflexionar de manera constante sobre su praxis fílmica. En Desconfiar de las imágenes se presentan “textos que dialogan con sus films, atravesados por la constante pregunta sobre el estatuto de la imagen, sobre qué instituciones y artefactos técnicos las producen y las hacen circular, y sobre sus efectos de sentido”, tal como manifiestan en la nota a la edición los compiladores Inge Stache y Ezequiel Yanco.

            Para quienes no conocen la filmografía de Farocki, sus obras son ensayos antropológicos en que los actores reunidos para la ocasión hacen hablar a la cultura mientras atienden otras actividades. La pregunta que articula la exposición pareciera dirigirse sin rodeos al sentido de lo civilizatorio. Farocki reduce la complejidad de la vida moderna en fragmentos simples, apuntando a una cuestión nodal: ¿cómo el ser humano construye el mundo que habita y cómo hace intervenir a la imagen en esta construcción?

            En Desconfiar de las imágenes se pone de manifiesto una preocupación de Farocki por la manera en que la producción audiovisual acompaña a la tecnología de la guerra, es decir, la modalidad por la cual la producción de imágenes participa de la destrucción del ser humano. Se trata de las piezas visuales de reconocimiento del enemigo que ya se esbozan en la Segunda Guerra Mundial pero que cobran una nueva importancia en la Guerra del Golfo de 1991. Ante el rigor de los ataques quirúrgicos, se trata de reemplazar las imágenes que contienen los resultados pavorosos de la guerra con imágenes de procesos técnicos (valorativamente neutrales): subjetivas fantasmas con la cámara en el extremo de un proyectil o imágenes desde aviones no tripulados.

            La reflexión se vuelca entonces sobre la naturaleza política de la imagen y de su tratamiento. Es mediante sus artículos de los primeros años que Farocki se despega del cine alemán de vanguardia, con cuestionamientos a dos de sus más grandes exponentes: Wim Wenders y Rainer Fassbinder. Los considera a ambos traidores a la revolución al elegir el plano-contraplano como recurso narrativo principal. El plano-contraplano es la ley de valor del cine contemporáneo, y – según Farocki - son los autores de verdad quienes se sublevan contra ella. El plano-contraplano es la mejor opción (aunque la más simplificadora y empobrecedora) de manipular el tiempo del relato. La alternancia desvía la atención del espectador y de esta manera se difumina la percepción auténtica del paso del tiempo. Pero lo más importante, el plano-contraplano vela una mitad que permanece oculta a la mirada del espectador, aunque continúa presente.

            Finalmente uno de los tópicos centrales en Desconfiar de las imágenes, parece de clara factura foucaultiana: el tratamiento de las imágenes cuyo propósito es la vigilancia y el control. El autor escribió sobre el empleo de imágenes de sistemas cerrados: las de una cámara de seguridad de una prisión o aquellas tomadas de películas de instrucción para guardiacárceles. Dado que el sistema punitivo contemporáneo no expone al infractor en público (como ocurría en el pasado), la mirada se vuelca hacia adentro: el ojo atento del guardia está colocado sobre el prisionero. La mirada busca también el control con la menor intervención humana posible, persiguiendo una economía del castigo.

            La reflexión de Farocki es extensa y acompaña las temáticas también variadas de sus films e instalaciones. Lo valioso del libro es acomodar el pensamiento temáticamente, de manera que, conociendo la filmografía del autor, podemos hacer coincidir esas reflexiones con los momentos precisos de su inspiración estética. 

Nota públicada en www.cultra.com.ar