A continuación voy a desarrollar
mi teoría de la dictadura de los que no estudiaban, porque es un patrón que puede repetirse en otras esferas de la sociedad.
Situación. Colegio secundario. A
dos días de un examen el profesor desmemoriado pregunta a sus estudiantes cuándo había fijado la
fecha de examen. Se presenta la posibilidad de timarlo. En ese momento, todos permanecen en silencio, porque aunque hay jóvenes que estudiaron y quieren rendir en la fecha acordada, lo que se impone es la
temible dictadura de los que no estudiaron. Aunque los que estudiaron tienen
otra voluntad, permanecen en silencio en solidaridad (forzada) con quienes no
lo hicieron.
¿Pero es realmente una forma de solidaridad?
En realidad, está latente una
amenaza tácita que pesa sobre quienes no guarden silencio. Un silencio inconveniente para
las personas con sentido de responsabilidad pero beneficioso para quienes, por su propia imposibilidad, incapacidad o decisión, se
encuentran en una situación de "debilidad" relativa.
Los que estudiaron prefieren
rendir en la fecha acordada porque, en el caso de que el grupo consiguiese engañar
al profesor con una deshonesta fecha alejada en el tiempo, ellos, quienes ya
hicieron el esfuerzo, deberían volver a refrescar su conocimiento, siendo el
saldo una inversión del doble de tiempo de estudio.
En conclusión, la dictadura de
los que no estudian no sólo desestima completamente la voluntad de todas las
partes involucradas sino que nivela para abajo y atenta contra la planificación
y el uso racional del recurso tiempo de estudio. Y sobre todo, atenta contra la noción de responsabilidad sobre las propias decisiones. Este es un buen ejemplo de
cómo esta supuesta solidaridad, ya hecha sentido común por todos los argentinos, no
es otra cosa que un corporativismo en que el grupo menos meritorio (el que no
estudió para un examen que se avecina en dos días) impone como el bien común lo
que sólo es el interés parcial de un grupo y como una vulnerabilidad que debe
ser atendida por todos lo que es sólo un demérito o una mala elección personal.
Al hacerlo, este grupo obtiene un beneficio que no es neutral sino que penaliza a quienes habían procedido con
sensatez y anticipación.
Persiguiendo el principio de
inteligencia colectiva, al que firmemente suscribo, por el cual se debe
abandonar el beneficio individual inmediato (egoìsmo) y tomar decisiones
individuales que mejoren el resultado colectivo, en este caso la inteligencia
colectiva consistiría en recordarle al profesor la fecha correcta y no callarse
frente a la amenaza tácita de una parcialidad, aunque pocos se animarían porque la coerción es real. De esta manera, se consiguiría el
mejor resultado colectivo: favorecer la planificación, la previsibilidad, la
racionalidad, la optimización del recurso tiempo y generar estímulos para
entregar la mayor dedicación al conocimiento.