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7 de agosto de 2016

Sobre la temible dictadura de los que no estudiaban

A continuación voy a desarrollar mi teoría de la dictadura de los que no estudiaban, porque es un patrón que puede repetirse en otras esferas de la sociedad.
Situación. Colegio secundario. A dos días de un examen el profesor desmemoriado pregunta a sus estudiantes cuándo había fijado la fecha de examen. Se presenta la posibilidad de timarlo. En ese momento, todos permanecen en silencio, porque aunque hay jóvenes que estudiaron y quieren rendir en la fecha acordada, lo que se impone es la temible dictadura de los que no estudiaron. Aunque los que estudiaron tienen otra voluntad, permanecen en silencio en solidaridad (forzada) con quienes no lo hicieron.


¿Pero es realmente una forma de solidaridad?

En realidad, está latente una amenaza tácita que pesa sobre quienes no guarden silencio. Un silencio inconveniente para las personas con sentido de responsabilidad pero beneficioso para quienes, por su propia imposibilidad, incapacidad o decisión, se encuentran en una situación de "debilidad" relativa.

Los que estudiaron prefieren rendir en la fecha acordada porque, en el caso de que el grupo consiguiese engañar al profesor con una deshonesta fecha alejada en el tiempo, ellos, quienes ya hicieron el esfuerzo, deberían volver a refrescar su conocimiento, siendo el saldo una inversión del doble de tiempo de estudio.

En conclusión, la dictadura de los que no estudian no sólo desestima completamente la voluntad de todas las partes involucradas sino que nivela para abajo y atenta contra la planificación y el uso racional del recurso tiempo de estudio. Y sobre todo, atenta contra la noción de responsabilidad sobre las propias decisiones. Este es un buen ejemplo de cómo esta supuesta solidaridad, ya hecha sentido común por todos los argentinos, no es otra cosa que un corporativismo en que el grupo menos meritorio (el que no estudió para un examen que se avecina en dos días) impone como el bien común lo que sólo es el interés parcial de un grupo y como una vulnerabilidad que debe ser atendida por todos lo que es sólo un demérito o una mala elección personal. Al hacerlo, este grupo obtiene un beneficio que no es neutral sino que penaliza a quienes habían procedido con sensatez y anticipación.


Persiguiendo el principio de inteligencia colectiva, al que firmemente suscribo, por el cual se debe abandonar el beneficio individual inmediato (egoìsmo) y tomar decisiones individuales que mejoren el resultado colectivo, en este caso la inteligencia colectiva consistiría en recordarle al profesor la fecha correcta y no callarse frente a la amenaza tácita de una parcialidad, aunque pocos se animarían porque la coerción es real. De esta manera, se consiguiría el mejor resultado colectivo: favorecer la planificación, la previsibilidad, la racionalidad, la optimización del recurso tiempo y generar estímulos para entregar la mayor dedicación al conocimiento.