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5 de septiembre de 2011

Ética, Estética y Física en Harun Farocki.


Las películas de Harun Farocki son ensayos antropológicos en que los actores reunidos para la ocasión hacen hablar a la cultura mientras atienden sus quehaceres cotidianos. La pregunta que articula la exposición pareciera dirigirse sin rodeos al sentido de lo civilizatorio. Reduce la complejidad de la vida moderna en fragmentos simples, apuntando a una cuestión nodal: ¿cómo el ser humano produce el mundo que habita? Al ver las maniobras de Farocki para ensamblar los testimonios, uno tiene la sensación de que los sujetos están participando concientemente en la exploración antropológica propuesta; que son algo más que testigos aleatorios retratados mientras dicen todo lo que saben y continúan su rutina. El documental Los creadores de paraísos comerciales explora el significado de los shoppings para quienes están detrás de su emplazamiento. El autor se desentiende de las entrevistas entre investigador y objeto de estudio y apuesta a la construcción de una percepción desprovista tanto de artificialidad como de invasión y sesgo. En reuniones de trabajo inversionistas, arquitectos, urbanistas y diseñadores exponen a sus pares (los pares siempre son un buen señuelo) sus motivaciones y criterios para encarar proyectos arquitectónicos que involucran a grandes centros comerciales. El lenguaje disciplinario atraviesa la narración; no obstante, uno podría aventurarse y decir que, yendo más allá de lo estrictamente arquitectónico, la película empieza en la Ética, pasa por la Estética y termina en la Física. Farocki se comporta entonces como un artista del Renacimiento desafiando la compartimentación del conocimiento y poniendo a dialogar los diferentes intereses presentes en la actividad productiva humana.

Empieza como una Ética. Porque luego de abrir con la imagen de un ojo enmarcado en un dispositivo tecnológico (del que sólo comprenderemos su significado más adelante), ingresamos en una reunión de inversionistas en que la cháchara de la maximización de la rentabilidad y el beneficio económico es interrumpida por la súbita pregunta por el sentido del emprendimiento. “¿Qué queda al final?” pregunta uno de ellos mientras sostiene una copa de champagne y moviliza otros interrogantes en el grupo: ¿cuáles criterios son de fiar?, ¿qué se pone en juego en la valoración?, ¿y si la obra no es rentable económicamente pero aun así es exitosa por captar el espíritu de la década? (una suerte de Audacia de la Razón que siempre encuentra su lugar incluso combatiendo con una mezquina ambición de lucro), ¿es meritoria una obra que no se condice con dicho espíritu pero aun así está bien hecha? La Ética no aparece como una contradicción entre lo funcional y lo estético, lo rentable y lo sublime; antes bien la dificultad que encuentran los argumentos “maximizadores de beneficio” de resultar por sí solos satisfactorios señala la presencia de la Ética como pensamiento subterráneo, como el fondo sobre el que se inscribe cualquier debate posterior. La invitación a brindar que uno de los hombres dirige a sus colegas fracasa en el intercambio de ideas.

La Estética es el tópico de una conversación sobre la unidad a través de la apariencia. El avance natural y errático en la configuración de un shopping entrega como resultado la heterogeneidad de criterios estéticos: una construcción que aspira a transmitir el concepto Miami Beach en su integridad, pero que no consigue erradicar un Art Decó berreta en un punto central para la circulación del público, junto a una zona señalada como griega pero que afea el entorno con sus columnas de plástico simil mármol. A su vez se suman los tenderos que atendiendo sus propios criterios individuales hacen fracasar la erudición de los diseñadores en su búsqueda del concepto unificador superior. La discusión estética se vuelca también sobre la faz accesible de la identidad corporativa. A esta altura todo lo físico puede ser personificado; los atributos de la materia y el espacio (color, amplitud, luminosidad etc.) están en correspondencia directa con aptitudes espirituales. Lo espacial, aunque inerte y estático, dicen los especialistas, tiene que ser capaz de contar una historia. Una historia que atraiga al público (público que no cuenta historias sino que las recibe, con más inercia aun que la misma materia).

Finalmente, la Física (término que elegí para señalar este tercer eje conceptual) debería hacernos recordar los motivos que aducía Durkheim para postular que la Sociología, la disciplina que estaba fundando, era una Física Social. Discursos de urbanistas e investigadores piensan lo social desde la circulación; la sociedad como la abstracción de los flujos visibles que produce. Estos flujos sociales se comportan como vectores, con su propia intensidad, dirección, apoyados en ejes y, sobre todo, librados a la repetición para la construcción de patrones. Es sabido que los shoppings se insertan en el espacio urbano alterando la distribución y circulación de flujos. Pero, ¿cómo hacer que estos vectores se materialicen, de tal manera que podamos extraer de ellos información útil para operar comercialmente? La arquitectura y el marketing se unen en esta tarea. Una investigadora utiliza un dispositivo óptico (el mismo que se presentaba en el primer cuadro de la película) para estudiar los modelos que construye la mente para organizar los estímulos visuales (máxime frente al bombardeo de información del shopping). Así concluye que al ingresar a un hall existe un “eje natural” de relevancia, por el que tiende a avanzar la visión. Los estímulos fuera de ese eje tienen un menor impacto y efectividad. Las lecturas naturales y las forzadas también se comprueban frente a una góndola. Conocemos a través del documental que el público tiende a organizar la categoría de producto horizontalmente y la variedad verticalmente. Si se impone al intérprete (es decir, al consumidor) una lectura distinta, ésta fracasará. Las mencionadas fuerzas de la conducta parecieran imponerse a los individuos con la necesidad de las fuerzas gravitatorias. Harun Farocki despliega esta física colectiva con la intuición de un cientista social y la delicadeza de un artista de categoría.

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