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16 de agosto de 2012

Teatro: un experimento de laboratorio

Íntimos, una creación de Proyecto Híbridos, no es una obra de teatro, sino una experiencia performática en que se quiebra el dispositivo teatral convencional para permitir la emergencia de otro aun más novedoso. La idea es ésta: el público entra a la sala, un cartel con su nombre pegado en el pecho, se sienta en una ronda de sillas. Un actor (claramente, un actor) empieza a hablar y se presenta como coordinador de una terapia grupal. A partir de entonces el espectador ya no podrá reconocer si las personas que intervienen una tras otra son actores u otros integrantes del público como él mismo.  La consigna está clara desde el principio: cualquiera puede participar, la palabra es bienvenida. Y entonces surge la confusión y el interrogante: ¿el que habla a mi lado es un actor o un espectador?, ¿cuál es su motivación para tomar la palabra?,  ¿habla desde su inocencia o desde un guión?, ¿cuál es la posición objetiva de esta persona que sostiene su manifestación subjetiva? La pieza teatral juega de esta manera con los límites entre la ficción y la realidad, inmersos en una fantasía cuasi-paranoica en que nadie puede evitar sentirse en un grupo infiltrado ¿Quién será el “topo” entre los presentes? Existen claros indicios que señalan a algunos participantes, notoriamente caracterizados y elocuentemente guionados, como actores. Pero sobre el final de la obra, cuando las cartas se colocan sobre la mesa, se comprueba que las sospechas no eran siempre justificadas. 
Manteniendo la confusión y sospecha como contexto, se suceden ante los ojos de los espectadores (los verdaderos y los falsos, aunque llegado a un punto la pregunta por la autenticidad se disuelve para estresar el hecho de que la palabra es siempre un acto performativo) tramas espontáneas e improvisadas, situaciones insólitas e inesperadas, y la exposición de conflictos emocionales que oscilan entre la risa incrédula y el silencio de estupor y conmoción. Las convenciones del teatro están radicalmente alteradas en este proyecto. Se parte del quiebre inicial de un contrato con el público que sitúa a los actores en un otro lado. La revolución que opera Proyecto Híbridos  es similar a aquella revolución que separa a la psicología pre-freudiana del análisis freudiano: de un público que se conoce a sí mismo, se reconoce, puede enunciar un “nosotros”, pasamos a un público desconocedor, imposibilitado de señalar sus límites, envuelto en una escena de la que no puede desprenderse ni siquiera voluntariamente.
La incertidumbre genera este interrogante: ¿cuál es la medida de la participación justa, razonable y aceptada de un espectador en esta pieza?. Cada uno que se atreva a abrir la boca en el transcurso (variable) de la sesión tiene derecho a preguntarse “¿no estaré yendo demasiado lejos, asomando demasiado la cabeza, poniéndome en off side?” Al no conocer quiénes son los pares, los iguales, es imposible tener una medida de la propia conducta (arribando al corolario con el que empieza Karl Marx su capítulo dedicado al intercambio, según el cual una mercancía reconoce su valor reflejándose en otra mercancía de la misma manera en que un persona reconoce la medida de su humanidad en otra persona). 
Los guiones que fundan los relatos de cada personaje, los nudos básicos en los que se posiciona cada uno para desplegar una historia (sobre la que los imponderables de la dinámica grupal dictarán su destino final) han sido encomendados a siete escritores. Posteriormente han sido presentados a los actores y distribuidos los roles entre todos. Pero hay más que el guión actoral. Antes de ingresar a la sala, a los espectadores se les entrega una consigna, una propuesta para que desarrollen una acción o conducta durante la obra. Por ejemplo, “tenés un tic nervioso”, “no podés parar de seducir” o “te hiciste cirugías estéticas”. Cuando estas sugerencias dan con personas atrevidas o al menos desinhibidas, se refuerza aun más el efecto performativo entre los mortales espectadores. Esto último  termina volviendo a la cita un experimento del laboratorio de psicología social antes que una mera puesta en escena teatral.

Nota publicada en Revista Cultra: http://cultrateatro.blogspot.com.ar/2012/08/un-experimento-de-laboratorio.html

1 comentario:

  1. Epa! Eso es una genialidad, yo visité por mucho tiempo los shows que se daban en la Sala Alberdi (sala tomada hace dos años) y los shows que da la gente del IUNA de Artes Dramáticas, que tienen siempre ideas más que creativas para el las mismas.
    Impresionante ésta obra a la que te referis, me hace acordar a lo que hacían en los 70 Libre Teatro Libre, ligado en un momento al PRT.

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