Introducción
El
siguiente trabajo se propone hacer un análisis en tres dimensiones de los
personajes del film “El Gran Pez”, Edward Bloom y su hijo Will. En el primer
apartado, La ficción como realidad, desarrollaremos
el postulado de que en las neurosis la verdad aparece articulada como una
ficción abordando el conflicto epistemológico de Will al descreer de los
relatos de su padre. En el segundo, La
muerte y la obsesión, propondremos hipótesis diagnósticas basándonos en el
relato de Edward, sobre el lugar de lo Real en la neurosis obsesiva.
Finalmente, en el último apartado El acto
ético y la perspectiva subjetiva, nos referiremos al cambio de posición que
puede pesquisarse en Will hacia el final del film.
La ficción
como realidad
A lo largo
de la película se avanza sobre un conflicto de un hijo con su padre. Will,
luego de 3 años distanciado, se re-encuentra con Edward Bloom, su padre, en su
lecho de muerte. El espectador es testigo del malestar de Will con su
progenitor. Le reprocha no haberle contado nunca la “verdad” de los
acontecimientos de su vida. El joven muestra un apego a la objetividad, a la
creencia de una realidad fáctica que puede ser captada en un relato sin
distorsiones. Will le demanda a Edward que deje de mentirle y subestimarlo con
historias de ficción. “Éramos dos extraños que nos conocíamos muy bien. Yo no
tenía nada de él ni él nada de mí”, es el pasaje que ilustra este conflicto. Se
puede conjeturar que la elección vocacional de Will por el periodismo viene en
el lugar de la ansiedad que le generan los relatos ficcionales de su padre; el
periodista intenta captar en sus crónicas “los hechos tal cual ocurrieron”.
Lo que expone
la película es uno de los tópicos freudianos luego retomados por Lacan sobre la
fantasía neurótica: la realidad está articulada como una ficción. Aun si los
acontecimientos narrados por el padre no hubieran efectivamente ocurrido, el
desempeño del papel heroico que se intuye en el relato del padre dan cuenta de
una verdad subjetiva; mediante la insistencia en la “máscara” (es decir, la
pretensión, el artificio) el padre puede alcanzar una posición subjetiva más
auténtica que lo que significaría el gesto de arrojar la máscara y mostrar un
solamente postulado, “rostro verdadero”. Como lo plantea Zizek: “…una máscara
no es nunca “sólo una máscara”, dado que determina el lugar real que ocupamos
en la red simbólica intersubjetiva; lo que es efectivamente falso y nulo es
nuestra “distancia interior” respecto de la máscara que usamos, nuestro
“verdadero yo” oculto bajo ella”. (ZIZEK, 1994: 50). En ese sentido la falsedad
(en cuanto posición subjetiva) está más del lado de Will que de su padre:
siendo que el joven postula una esencia interior, un “verdadero yo” que el
padre conservaría oculto, que no está ya representado en la posición
performartiva de la ficción.
Freud ha
sostenido en relación a las histéricas que sus mentiras, ficciones y
exageraciones son formas en que se expone su verdad subjetiva. Es decir, la
verdad es expresada en la trama de una ficción. Big Fish presta su cuerpo para ser metáfora de este tópico
psicoanalítico. De la misma manera, lo que importa de un sueño, no es el sueño
mismo sino el relato que se hace de él, la resignificación que hace el paciente
en el transcurso de la sesión analítica. En la carta 69 Freud sostiene: “Ya no
creo más en mis neuróticas”, dejando de prestar atención a la verdad o no de los
hechos relatados sino a la forma en que son actualizados por el sujeto. La
importancia de esta carta reside en que se puede ubicar a la fantasía como el
intento neurótico de llevar al padre al lugar de la causa. Con la elaboración
de Lacan de la metáfora paterna, se puede ver cómo el significante del Nombre
del Padre interpreta al deseo insensato materno como deseo de falo. La interpretación
es fálica. Del agujero presente desde el origen hay una fantasía que aporta una
significación remediando ese agujero; esa significación en todos los casos es
paterna. Es por eso que siempre se lleva al padre en lugar de la causa de las
neurosis.
En
segundo lugar, la ficción como realidad se vislumbra en la versión que Will se
hace del padre. De chico y adolescente Will estaba fascinado por la grandeza de
su papá; él era el Gran pez, un ser superior, increíble, maravilloso, completo.
Sólo posteriormente empieza a desilusionarse, el padre comienza a “fallarle”,
es decir, a mostrar fallas para la mirada del hijo. Ni bien comienza a ver lo
incompleto de su padre, necesita (fantasmáticamente) taponar esta falla.
Construye entonces una versión hacia el padre para completar su falta. Su apego
a la verdad objetiva, expresada en el oficio del periodista, es una respuesta a
su versión del padre. Sus reproches, sus quejas, son del orden de lo
imaginario, en cuanto esta respuesta fantasmática rellena el vacío en pleno
Otro. Los neuróticos obsesivos tienen especial inclinación por postular un Otro
completo, no barrado, que preste consistencia a su experiencia subjetiva.
¡Qué gran película! No hay duda que la enorme imaginación de Tim Burton y su fuerza visual para recrear historias impregnadas de singularidad están presentes en esta película. La película no sólo es una maravilla visual de las mejores de hoy en día; es también una maravilla de historia que además de reflexionar sobre el concepto de fantasía frente a la realidad, de las relaciones entre padres e hijos y otros muchos temas; tiene la capacidad de sumergir al espectador en una atmósfera fascinante que atrapa desde el primer fotograma hasta el último. Además como fiel seguidora del actor Steve Buscemi le di una oportunidad, y no me arrepiento pues es de las mejores que he visto.
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