EPISODIO FINAL
Al caer el sol, Etienne
empezó a considerar que Parque Lezama no era entonces un sitio agradable para
permanecer sola. Volvió al hostel en colectivo, en 29, la única línea de su
conocimiento que la acercaría a su destino.
Al retornar a la habitación,
lo encontró a Agnan recostado en el mismo sitio en que lo había abandonado,
todavía con la ropa de aquella jornada.
-
No me puedo dormir, amor.
-
Estuviste durmiendo toda la tarde
-
No, no estuve durmiendo. No lo conseguí. Estuve
recostado.
-
¿Nos vamos a quedar acá toda a noche?
-
Mirá, si necesitás salir me parece muy bien que lo
hagas. Yo necesito quedarme, no me siento como para salir. Pero no tengo
problemas con que vos salgas por tu cuenta.
-
Ya salí sin vos. Estuve toda la tarde afuera sola. Y
no quisiera volver a hacerlo.
-
¿Hay algo que te ponga mal?
Etienne se desvistió. Sacó una
remera amplia y larga de su valija que usaba a modo de pijama. Se acomodó en el
lado izquierdo de la cama y se dispuso a dormir. Era una noche muy pesada y
húmeda. La muchacha advirtió que la ventana había quedado abierta, motivo por
el cual la habitación se había plagado de mosquitos. Agnan agradeció para sus
adentros que su novia se hubiese percatado y la hubiese cerrado. Sin embargo, no
fue suficiente para traerle paz. Los retorcijones en el estómago asediaban a
Agnan como ocupantes de un lugar abandonado, y operaban de forma coordinada con
los mosquitos, esas Erinias de climas cálidos. Agnan se sacudía molesto entre
las sábanas, incómodo en cuanta posición improvisase, imposibilitado de poner
freno a ese castigo sostenido que le propiciaba la naturaleza, la propia y la
del mundo exterior. Era un cuadro infernal. La escena era acompañada por el
ruido mecánico que hacía el ventilador al cambiar su orientación. Atrás de ese
sonido sistemático se agazapaba un silencio desgarrador, lleno de calor y de
hastío. Entonces, fue sorprendido por un movimiento furioso de su novia, que se
incorporó y sentó súbitamente, para impactarlo con sus palabras.
-
Dejá de hacer eso! Te estás masturbando!
-
¿Qué? ¿Estás loca?
-
No me digas loca, imbécil. Sos un asqueroso, andá a
masturbarte al baño.
-
¿Pero qué estás diciendo? ¿No te das cuenta que me siento mal, que
tengo dolor de estómago, que hace un calor insoportable? ¿Qué ganas puedo tener
de masturbarme?
-
Vi cómo te movías. ¿Te creés que soy estúpida?
-
Me movía porque estoy molesto. Porque no encuentro la manera de
cubrirme con la sábana para evitar a los mosquitos.
-
Sos un imbécil! No vas a pretender seriamente que me crea esa
estupidez. Andá a tocarte al inodoro.
-
Me siento mal, nena! ¿No te entra en la cabeza que me siento mal?
Etienne se bajó de la cama con un movimiento
violento que desplazó las sábanas de su sitio. Salió despedida para el baño.
Agnan, agitado, retomó sus inútiles esfuerzos por dormirse.
Me encantó la historia, me gusta tu manera de referirte a las cosas, de nombrar, la forma de tu relato hizo que ignorase esa maldita costumbre como lector que azota a mi generación de buscar resultados inmediatos, finales prematuros, redondeos parciales.
ResponderEliminarHermoso Andy. Saludos y sigo por acá..
http://factotumunderbar.blogspot.com/