EPISODIO 3
Estaba convencido de que en ese estado, u otros
semejantes, no podría controlarse. Agnan se preguntaba a continuación qué era
exactamente lo que necesitaba controlar. Claro, el control tiene mala prensa en
esta sociedad. ¿O específicamente en su país? Controlarse era eso que te venden
en los cursos de espiritualidad y afines, encontrarse con sí mismo, con su ser
auténtico, o simplemente no tener un pico de estrés, un ataque nervioso o
psicotizar. Cosas que pueden suceder en un momento límite. ¿Por qué pensaba en
todo eso si lo único que había sucedido era que se descompuso del estómago? Como
mucho, le bajó la presión ligeramente, y en algún momento llegó a sentirse
mareado. Eso es lo más peligroso. La presión baja podía constituir una experiencia
cercana a la pérdida del control sobre el yo. Posiblemente exagerase. Pero
estaba en un lugar que desconocía, lejos de su casa, allí dónde no sabría cómo
comportarse, cómo actuar en casos de emergencia. ¿No había tenido ya una? No
tanto. Y con todo, bastante afortunado fue de haber encontrado un guardia,
haber conseguido ser atendido en ella, haber arrastrado a Etienne, qué cara de
orto tenía por Dios. “Ahí me parece que está el tema. Que hay gente que te
potencia todos tus miedos, gente severa y extremista que te hace sentir
vulnerable con esa energía pesada que cargan. ¿Podía el cuadro estar agravado
por la presencia de mi novia? No sé si la presunción sea exacta. Pero por ahí
anda. Etienne cree que yo elijo descomponerme. Como si yo ahora la estuviera
pasando bien y haciéndola pasar mal a ella. De lujo. Debe fantasear que le
quiero boicotear el viaje o algo parecido. Fue como cuando en París me increpó
con que yo era un mal enfermo y no sé qué. ¿Qué es ser un mal enfermo? Y de
última, ¿eso la justifica para maltratarme? ¿a los malos enfermos hay que
maltratarlos para que aprendan? ¿para que aprendan qué?”
Etienne se acostó sobre el lado de la cama que
permanecía desocupado. Miró el rostro de Agnan desplomado, orientado hacia el
techo, como esperando que éste le devolviera la mirada. Eso no sucedió. Entonces
se volvió al techo ella también. Su novio había dejado de vomitar. Dijo
sentirse mejor camino a la guardia, aunque unos minutos en que se encontraron
perdidos consiguieron impacientarlo y cargarlo de angustia. “No lo hacía tan
ansioso antes de partir. Esa necesidad de preguntar todo ochenta veces, para
quedarse seguro de que las cosas son como él las espera, de adelantarse a sus
propios deseos, siempre rebasándose. Me contagia de ansiedad, me pone
intranquila. Y supongo que este no es el momento para plantearlo”. Cuando Etienne advirtió un sonido de aire
esperpéntico y perturbador que bien podría pasar por un ronquido, entendió que
Agnan estaba comenzando a dormirse. Sería mejor dejar el hostel o pudrirse.
CONTINUARÁ EN EL PRÓXIMO POST
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