Martín Narvaja, filósofo del CONICET y sommelier,
cruza sus vocaciones en una charla sin interpretaciones hedonistas ni
individualistas.
Aunque la especialidad de
Martín Narvaja sea la filosofía de la física, y el tema que trabaja para su
beca de doctorado sea la ontología de la mecánica cuántica, el egresado de
Filosofía y Letras descubrió otra pasión en el arte del sommelier. “No me
interesa el vino como objeto de estudio. Me atrae lo que tiene para decirme el
vino sobre la filosofía y no al revés”, sentencia el doctorando.
Cultra: ¿Cuál es la vinculación
entre la apreciación del vino y la filosofía?
Martín
Narvaja: Hay
dos formas de pensarlo. Una es una relación completamente externa. La variante
más superficial es asociar un estilo de vino con un estilo de pensamiento. La
segunda es ver la historia marginal del asunto. Una vez en Alemania un
restaurador de iglesias me dijo que la gente siempre se preocupa por cómo se ven los edificios restaurados, nunca por
cómo se oyen. El sentido de la vista
está privilegiado. El vino te lleva a atender otros sentidos: el olfato y el
gusto. Es posible construir una historia de cualquier cosa a través de los
sentidos relegados. Y este relato no está escrito.
C: ¿Por qué no está escrito?
M.V.: La filosofía occidental
tiende a pensar los objetos de una manera muy espacial, los objetos recortan un
espacio. En el mundo de la apreciación del vino y la gastronomía eso no existe.
El aroma funciona así. Ponele que te sirven un bife de chorizo. Lo tenés
enfrente y lo ves; recorta un espacio. Pero el olor estaba mucho antes y se
queda mucho después. Y se va yendo de a poco. El aroma organiza la realidad con
nuevas dimensiones. Y entonces notás que el privilegio conferido a la visión como
medio de conocimiento es un prejuicio.
C: ¿Existió un desarrollo en
la apreciación del vino o lo que hoy catalogamos como “buen vino” es lo mismo
que se apreciaba en otras épocas?
M.V.: Es una buena pregunta. En
una entrevista a Marx y Engels se los interrogaba sobre su idea de felicidad.
Marx respondió: “Luchar”. Engels arrojó un: “Château Margaux 1848”. Pasaron 160 años y Château
Margaux suele ser uno de los vinos más exquisitos del mundo.
C: Hay cierto tradicionalismo
entonces en el saber sobre la materia.
M.V.: Si la apreciación del vino
ha cambiado, lo ha hecho para peor.
C: De eso te iba a hablar: de
la posmodernidad en el mundo del vino. ¿Es una categoría pertinente?
M.V.: Sí. Hoy tenemos verdaderos
vinos de escritorio o de diseño. Diseñados para no tener defectos. Pero se
trata de un producto superficial, con un misterio a un centímetro de la
superficie para que el consumidor lo encuentre rápidamente. Y no logran
emocionarte. Esos serían vinos posmodernos.
C: En relación a la
posmodernidad, ¿hay una reacción frente a la globalización en que se reivindica
el vino por encarnar lo local?
M.V.: Muchas veces la
reivindicación de lo autóctono o de lo artesanal es una pose del marketing.
Pasa mucho con los vinos orgánicos: puede ser un invento publicitario o condecirse
con la realidad. La filosofía del vino orgánico es usar sólo la levadura que ya
está en la uva, sin añadirle otra genérica. Entonces el vino sale con una
personalidad muy local. Es un reflejo exclusivo de ese lugar, y por las
variaciones climáticas, de ese año. El vino orgánico es como una mujer para
enamorarse: llena de virtudes y llena de defectos. Si el año fue malo, si hubo
poco sol o mucha lluvia, se rescata un vino con esa memoria de sufrimiento, con
la que también vienen virtudes. Con una producción más controlada, quizá
elimines defectos; pero también perdés el alma.
C: En lo que se escribe sobre
el vino pareciera entreverse una mirada hedonista del mundo.
M.V.: El vino y la gastronomía
tienen que ver con pensar la propia vida. Sin embargo, hay toda una idea del
placer individual que es muy funcional al sistema. Argumentos tipo “la revolución
pasa por el disfrute”. Es hedonismo individualista. Una verdadera filosofía del
vino es pensarlo como un producto que sólo se puede disfrutar en compañía.
Nota publicada en Revista Cultra
¡Qué maravillosa nota! Una de esas oportunidades en las que entrevistado y entrevistador se lucen...
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