Detrás de los boquetes producidos durante el célebre motín en la
cárcel de Caseros había un vacío arquitectónico que los convictos
intentaron remendar. Gaspar Liebedinsky estudió este fenómeno y sus componentes
materiales y los transformó en piezas de arte.
Gaspar Libedinsky es un arquitecto y artista
cuyo trabajo ha encontrado más eco en el exterior que en su Argentina natal.
Egresado de la exclusiva escuela de la Architectural Association en Londres,
reseñado por revistas internacionales de arquitectura (como la influyente Domus
de Milán), a sus 35 años reconoce que Cultra
es el primer medio local que se interesa por su serie sobre la cárcel de
Caseros, su proyecto más extenso (iniciado hace casi diez años) y más notable. Esta
profunda exploración artística lo llevó a descubrir la historia del penal de
Caseros que muestra un recorrido errante, modificado por la acción directa de los
reclusos.
La cárcel se diseñó en democracia con buenas
intenciones, concebida para albergar a encausados sin condena firme, cercana a
los Tribunales para agilizar procesos legales. Estaba pensada para estadías de
cuatro a seis meses, pero durante la última dictadura los militares la
emplearon como una cárcel común, a pesar de que arquitectónicamente no estaba
preparada para ello. “Al retorno de la democracia, los presos le demandaron al
edificio lo que la arquitectura no podía ofrecer”, explica el artista y agrega: “Caseros tenía un sistema de celdas unicelulares,
los presos pidieron que sean abiertas y entrasen en comunicación. Se les
concedió esta licencia y tiempo después estalló un motín”. Según Libedinsky
este acontecimiento disruptivo tuvo su significado:
“La construcción de un sistema significó la destrucción de otro, de allí el
exceso del motín”.
La obra del artista se concentra en un
elemento muy simple pero cuyas consecuencias son bastante complejas: el boquete
en la pared. “Durante los disturbios, la posibilidad súbita de vincular
diferentes celdas, diferentes niveles e incluso conectarse con el exterior,
volvía al boquete un sistema de comunicación insuperable, capaz incluso de
revertir el efecto panóptico”. El panóptico que nombra el arquitecto, un
concepto extraído de la jerga de las ciencias sociales, refiere a un sistema
bajo el cual los convictos se sienten vigilados sin necesidad de que efectivamente
sea así.
“La cárcel es el uso más extremo de la
arquitectura, que genera una vivencia en que el espacio se consume. En todo el
mundo las cárceles no son parte de la ciudad, suelen ser federales, es decir,
son un vacío en la ciudad”, sentencia Gaspar Libedinsky para justificar su
interés por las prisiones y las transformaciones espontáneas en la arquitectura
que fuerzan sus habitantes. “Considero a Caseros, por la adaptación que ha
sufrido de los habitantes, uno de los edificios más extraordinarios de Buenos
Aires”, agrega.
Para su proyecto, el artista consiguió la
ingeniería necesaria para cortar un pedazo de pared que exhibiera un boquete y
llevarlo al Rosedal. En el traslado filmó a través del orificio, volviéndolo
una lente que mira Buenos Aires. Se registró entonces el trayecto vertical del
boquete cuando es bajado del edificio, y su traslado horizontal hacia un nuevo
sitio desde el que se contempla lo que el autor denomina “una vista hedonista
de Buenos Aires”. La serie continuó con una videoinstalación en que, golpe a
golpe, el artista diseccionó una pared convirtiendo a la acción en una
performance arquitectónica, dinámica y física. “Posteriormente hice una
recreación de esta maniobra para la apertura de la película El hombre de al lado”, cuenta el arquitecto.
En la muestra Productos Caseros, exhibida en el Museo de Arquitectura y Diseño en
julio, se expusieron además dos obras sitio-específicas. Se trató de orificios sobre
la pared que permitían espiar el exterior y que reconectaban a la sala del
museo con su contexto. El autor justifica esta obra mínima por la ubicación del
edificio: “El afuera es un lugar complejo: Avenida del Libertador y Callao, la
intersección de una Buenos Aires opulenta con la Villa 31, las vías del tren, los
márgenes”.
La serie sobre la cárcel de Caseros se
completa con fotografías de Buenos Aires vista a través de diversos boquetes, y
un registro audiovisual de la operación quirúrgica para extraer el pedazo de la
pared del penal. Recientemente se sumó la obra Cuckoo, que es una cajita de pájaro con su agujero tapiado. Una
película es proyectada sobre la fachada de la caja en que el agujero se vuelve
a componer. Para Libedisnky, el video de la reconocida videoartista norteamericana
Heidi Kumao “genera las posibilidades espaciales negadas por la materialidad de
la casa” y agrega: “Es otra muestra de arquitectura mínima, que es uno de los
ejes de mis trabajos recientes”.
El arquitecto narra con orgullo su
versatilidad para pasar de diseñar obras de escala urbana como el High Line
Park (Nueva York), un parque creado en la plataforma de un viejo ferrocarril
elevado sobre el nivel del suelo, al minimalismo de sus creaciones anteriores: Arquitectura
para el pie y Mr. Trapo. En la primera se produjo una serie de alfombras
con recortes de secciones específicas que, debidamente plegadas, adquirían una
forma similar a una pantufla; en la segunda, el artista adquirió, de mano de
los informales “trapitos” que cuidan autos en la calle, franelas y trapos
rejillas con los que elaboró prendas de vestir de acuerdo a lo que cada tela le
pedía. “Unas pedían a gritos ser traje, otras cardigan”, recuerda.
El artista reconoce que ha transitado caminos
en que ningún otro artista se interesó: “Debo
ser la única persona que tuvo una propuesta en torno a la preservación de la antigua
cárcel. Lo interesante es la superposición del diseño original con el operado
por los internos, que nos permite hablar de un
diseño hecho por fases”. La obra del autor exhibe esta preocupación por la
forma en que las personas generan identidad y se apropian de los espacios
físicos con los que se encuentran. Así es como el autor alcanza su objetivo
perseguido: operar en el espacio público-privado mediando entre la escala
urbana y la intimidad del cuerpo.
Nota publicada en revista Cultra de Septiembre.
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