Durante el mes
de marzo el documentalista austriaco
Harun Farocki visitó Buenos Aires para ofrecer un ciclo de charlas y
seminarios. Este incluyó citas en la Fundación PROA (en donde se exhibieron
cinco de sus más recientes instalaciones y se proyectó una retrospectiva de su
obra cinematográfica), la Sala Lugones, la Universidad del Cine y el instituto
Goethe. Entre las diversas actividades que formaron parte de la agenda, Farocki presentó Desconfiar de las imágenes, libro editado por Caja Negra que
compila veinticuatro ensayos escritos por el realizador sobre cine, televisión
y comunicación audiovisual. Los mismos fueron publicados originalmente entre
1980 y 2010 en diferentes medios: la revista Filmkritik, el diario Die
Tageszeitung de Berlín, el semanario de actualidad Jungle World, la revista francesa Trafic y catálogos editados en ocasión de sus exposiciones en
galerías y museos.
Farocki es
reconocido por acompañar su obra cinematográfica de comentarios críticos y por
reflexionar de manera constante sobre su praxis fílmica. En Desconfiar de las imágenes se presentan
“textos que dialogan con sus films, atravesados por la constante pregunta sobre
el estatuto de la imagen, sobre qué instituciones y artefactos técnicos las
producen y las hacen circular, y sobre sus efectos de sentido”, tal como
manifiestan en la nota a la edición los compiladores Inge Stache y Ezequiel
Yanco.
Para quienes no conocen la filmografía de Farocki, sus obras son ensayos antropológicos en
que los actores reunidos para la ocasión hacen hablar a la cultura mientras
atienden otras actividades. La pregunta que articula la exposición pareciera
dirigirse sin rodeos al sentido de lo civilizatorio. Farocki reduce la
complejidad de la vida moderna en fragmentos simples, apuntando a una cuestión
nodal: ¿cómo el ser humano construye el
mundo que habita y cómo hace intervenir a la imagen en esta construcción?
En Desconfiar de
las imágenes se pone de manifiesto una preocupación de Farocki por la manera
en que la producción audiovisual acompaña a la tecnología de la guerra, es
decir, la modalidad por la cual la
producción de imágenes participa de la destrucción del ser humano. Se trata
de las piezas visuales de reconocimiento del enemigo que ya se esbozan en la Segunda
Guerra Mundial pero que cobran una nueva importancia en la Guerra del Golfo de
1991. Ante el rigor de los ataques quirúrgicos, se trata de reemplazar las
imágenes que contienen los resultados pavorosos de la guerra con imágenes de
procesos técnicos (valorativamente neutrales): subjetivas fantasmas con la
cámara en el extremo de un proyectil o imágenes desde aviones no tripulados.
La reflexión se vuelca entonces sobre la naturaleza política
de la imagen y de su tratamiento. Es mediante sus artículos de los primeros
años que Farocki se despega del cine
alemán de vanguardia, con cuestionamientos a dos de sus más grandes exponentes:
Wim Wenders y Rainer Fassbinder. Los considera a ambos traidores a la
revolución al elegir el plano-contraplano como recurso narrativo principal. El
plano-contraplano es la ley de valor del cine contemporáneo, y – según Farocki
- son los autores de verdad quienes se sublevan contra ella. El
plano-contraplano es la mejor opción (aunque la más simplificadora y
empobrecedora) de manipular el tiempo del relato. La alternancia desvía la
atención del espectador y de esta manera se difumina la percepción auténtica
del paso del tiempo. Pero lo más importante, el plano-contraplano vela una
mitad que permanece oculta a la mirada del espectador, aunque continúa
presente.
Finalmente uno de los tópicos centrales en Desconfiar de las imágenes, parece de
clara factura foucaultiana: el
tratamiento de las imágenes cuyo propósito es la vigilancia y el control.
El autor escribió sobre el empleo de imágenes de sistemas cerrados: las de una
cámara de seguridad de una prisión o aquellas tomadas de películas de
instrucción para guardiacárceles. Dado que el sistema punitivo contemporáneo no
expone al infractor en público (como ocurría en el pasado), la mirada se vuelca
hacia adentro: el ojo atento del guardia está colocado sobre el prisionero. La
mirada busca también el control con la menor intervención humana posible,
persiguiendo una economía del castigo.
La reflexión de Farocki es extensa y acompaña las
temáticas también variadas de sus films e instalaciones. Lo valioso del libro
es acomodar el pensamiento temáticamente, de manera que, conociendo la
filmografía del autor, podemos hacer coincidir esas reflexiones con los
momentos precisos de su inspiración estética.
Nota públicada en www.cultra.com.ar
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